Durante los últimos días me debatía entre escribir o no este articulo, pensé evadirlo y postergarlo hasta que se me olvidara, hasta quedarme sin ganas de decirlo. Pero debido a algunos sucesos y después de consultarlo con mi asesor, me convencí de que debía hacerlo. 

Ahora en Navidad, donde todos celebran el nacimiento de Jesús, yo me hundo en este verso, y recibo lo que ha dejado para corazones como el mío. Una paz que permanece más allá de los embates de la vida natural, que me sostiene a pesar de los fuertes vientos. 

En medio del bullicio con un semblante inseguro y triste, se me acercó, se quitó la gorra, puso sus labios cerca de mi oído y dijo con pesar: - no sé para que soy bueno. Creo que no sé hacer nada.

En esa frase repetida, me expuso el resultado de su sentencia. Me decía lo que siempre había escuchado, esa era su referencia personal, su carta de presentación para el futuro. Era más lo que decían sus ojos, que lo que decían sus palabras. Recuerdo que me costó un poco recuperarme de aquella confesión, intenté calmar su ansiedad diciéndole que íbamos a resolver eso, me incorporé, lo acerqué a mí y proseguimos.

Durante las semanas de preparación se generó un ambiente delicioso de compañerismo, en cada ensayo nos era repartido un espíritu de solidaridad y de mas amor por ellos. No porque fueran tan buenos cantantes, o por que tuvieran muchas aptitudes histriónicas, sino porque había algo que marcaba en todos la diferencia y fue su disposición. Cuando al fin pudimos motivarlos al logro, inquietándolos a levantarse del lugar que han ocupado por años, les confrontamos llevándoles a una condición de la cual no se sabían capaces. Y se sorprendieron, nos sorprendieron, ... les sorprendimos. Finalmente, tuvimos que restringir los micrófonos, porque luego todos querían uno.

Hoy estamos contentos, llegó el día en que las luces se encenderán sobre ellos, sus voces serán escuchadas, no en una gran tarima, o en un gran auditorio, sino en el escenario de la vida. Donde fueron colocados y donde tienen que triunfar, estando consciente cada uno de sus limitaciones, pero decididos a superarse a sí mismos. Donde agradecerán por lo que tienen pero no se conformaran con ello. 

Este domingo puedo ver mas que un cúmulo de talentos, una gran disposición. Disposición a intentar cosas nuevas que nos inviten a una vida mejor. La música, los bailes, los cantos, son solo un pretexto, para mostrarles a micrófono abierto lo que en sus corazones está haciendo el Señor.

A todo el equipo de Servidores, creo que estamos cumpliendo la misión y me siendo bendecida por ello. 

Moviéndose sobre las aguas, con voz de trueno hizo por Su palabra todas las cosas.

Se quedó bajo el aserrín por mucho tiempo, lijando las asperezas de la muerte con cada segundo de vida. Abriendo los cielos, otra vez, como al principio.

Es la hora, llegó el momento. A las muchas cosas que faltan por hacer les conviene esperar, las situaciones que faltan por resolver es mejor que sigan en cola. Ahora debo detenerme, hay algo más importante, tengo una cita y aunque nunca llego puntual, se que aún me está esperando como siempre, en el mismo lugar. Es la hora, llegó el momento, es el tiempo de orar. 

Estoy seguro que muchos de nosotros hemos sentido esta misma necesidad, entendemos que para poder continuar hay que hacer un alto y buscar en la intimidad de la oración lo que nuestra alma precisa. Y escuchamos oraciones muy diversas, unos oran por una promoción en el trabajo, otros por su cupo en la universidad, otros oran implorando sanidad, millones oran pidiendo estar seguros. Muchos oran por los hijos que no terminan de llegar, y otros por los hijos que se fueron, muchos oran por su casa y otros por su carro. La urgencia nos empuja a pedir por una rápida intervención divina, en aquello que esperamos, en eso que nos apremia resolver. 

Su gran escudo de fuego le hace impenetrable. He oído de las expediciones y los viajes a la luna, pero jamás he escuchado algo parecido con relación al sol, más grande que cualquiera de las estrellas de nuestra galaxia, su presencia rige todos los sistemas en esta parte del universo. Es ese atleta persistente que sale a correr todas las mañanas exhibiendo su esplendor ante la creación entera como diciendo: aquí estoy otra vez y traigo en mi equipaje la oportunidad de un día nuevo, para todo y para todos.

El invierno es sinónimo de temporada baja, donde la humedad, la lluvia o la nieve detienen los planes y todo se pospone para los días soleados, sin embargo, pocos saben que esa es la época de los milagros. Época donde la tierra recibe lo que le hace falta para dar buenos frutos, frescos y jugosos, aprovechables y apetecibles para cualquiera. 

Pareciera como si la lluvia es vida en gotas que deja a su paso la huella de un tiempo nuevo, trayendo frescura a tierras secas y frutos a ramas estériles. A caso te gustaría que en medio de tanto calor, lloviera al menos un poco. A caso quisieras cambiar de apariencia diciéndole adiós a la aridez de una vida de verano, y dándole la bienvenida al perpetuo rocío de Dios en ti. 

La palabra que sale de la boca de Dios puede hacerlo. Puede cambiar tu entorno, la palabra de Dios puede hacer aquello que aun sin saber, tú precisas que ocurra. Porque así como desciende de los cielos la lluvia y la nieve, y no vuelve allá, sino que riega la tierra, y la hace germinar y producir, y da semilla al que siembra, y pan al que come, así será mi palabra que sale de mi boca (dice el Señor); no volverá a mí vacía, sino que hará lo que yo quiero, y será prosperada en aquello para que la envié. Isaías 55:10-11

En Venezuela como en casi todos los países del mundo se celebra la navidad, con luces y guirnaldas, ricas comidas y regalos. Aquí todos se contagian con la emoción de las gaitas y aguinaldos, con esas muestras de hermandad que nos llenan de esperanza por lo que viene y de añoranza por lo que se fue.

Entre tanto movimiento hay un artículo que en estos días se convierte en uno de primera necesidad, y es el árbol de navidad. Los venden en todas partes, desde muy baratos hasta muy costosos, desechables y otros de muy buena calidad, naturales y artificiales, como los busques, de seguro algo lindo encontrarás.

Y los arreglan con luces de colores, los he visto decorados con lazos, con tronquitos en forma de caramelos, con frutas, con campanas y bastones, con flores, en fin, en mi casa por ejemplo, les ponemos nuestros peluches y se ve bien original. El árbol es sin duda un símbolo de la fiesta, verlo en las calles y en las plazas, en los comercios y en las casas, nos anuncia que otra vez llegó navidad.

Era la última noche de nuestra semana de campamento, salimos al extenso campo a ver las estrellas, nos acostamos sobre la grama y nos introdujimos en un mundo de piedras preciosas que brillaban a lo lejos, sin embargo parecían estar muy cerca. 

La noche era oscura pero eran tantos los luceros, que se veían como fuegos artificiales en el azulísimo cielo. La maestra dijo insistentemente: 

- Miren a lo lejos, hasta donde sus ojos alcancen. Aprovechen el momento, las estrellas les saludan. 

Fue fácil para mí sumergirme en aquel mar de brillantes, haciéndome parte del escenario. Todo era tan grande, y tan profundo al mismo tiempo. En algún momento la maestra preguntó qué podíamos ver, el resto de las niñas respondieron cada una según lo que veía, pero mientras tanto, yo hablaba con él. 

Una de las mejores representaciones de retratos se logra a través de la técnica maravillosa del carboncillo, perfecta para reflejar la sensibilidad del artista en cada trazo, dejando que se cuelen sus emociones entre los claroscuros de sus líneas.

-¡Precioso!, dice la gente al ver la imagen de la foto original transferida a una nueva superficie tras el rastro del carbón. Todos los elementos prominentes de la foto están allí, no falta ninguno, la pieza es una copia exacta de la imagen inicial, pero gris. 

Ahora mismo, puedo ver cientos de retratos a mí alrededor que lucen perfectos, son exactos a una fotografía de vida ejemplar, pero en blanco y negro. Tienen todo lo que tal vez, cualquiera perseguiría con deseo, aunque sus vidas lucen como trazos a carbón, delicados pero lúgubres, completos pero sin color.