Ya había sobrepasado el límite de la paciencia de todos allí, había agotado todos los beneficios posibles, todas las prorrogas habían sido concedidas esperando un cambio en su actitud y su conducta.
Ya sin nada más que prometer, sentado en el banquillo de los acusados, escuchó la declaración que envuelta con frustración y hastío la Profesora dejó caer sobre él: -tú eres una rata, le dijo. -Un parásito en crecimiento. Nada que valga la pena lograrás hacer-, y otras tantas declaraciones más, que por el eco de las primeras no alcanzó si quiera a escuchar el resto.
Habiendo sido calificado como un asqueroso y repudiable roedor, se preparó para vivir la vida entre alcantarillas o en el mejor de los casos tras las rejas, se programó para vivir en la oscuridad por debajo de todo, sin ningún valor y sin aspiraciones de nada. Pero un buen día se topó de frente con Uno que le cambió el nombre, viéndole tal y como era le llamó "Hijo" y él lo escuchó.