La carrera comenzó cuando decidimos escribir un libro devocional basado en los Salmos. Mi parte en esta obra consistió en escudriñar el Salmo 119 en su totalidad, escribiendo un devocional por verso, ciento setenta y seis, era una meta bastante ambiciosa. Cada escrito era como conquistar un metro más en este extenso recorrido.
Pero “La excelencia de la ley de Dios”, el capítulo más largo de la inspiración divina, prometía dejarme más de lo que me esperaba, cosas grandes y maravillosas que jamás conocí.
Después que el silbato sonó agudamente y me empujó a ir un verso a la vez, me encontré a solas con el corazón de Dios. Como quien se para frente a un inmenso mar, y tanta majestad le hace temblar mientras contempla. Mi corazón se estremeció al ver los planes que Dios ha guardado para nosotros, la logística divina que desde siempre preparó para que probáramos las mieles de su ley y gozáramos al máximo de ella.