Hace poco una persona me comentaba que eramos como piezas, movidas en el tablero de la vida por una mano superior. Lo decía con determinación, pero dejaba en sus palabras un gran vacío. Me dejó pensando en que quizás podíamos vernos como juguetes, juguetes amados en la mas grande y poderosa mano.
Como el niño que ama sin medida una pieza de madera, plástico o trapo. Lo lleva consigo a todas partes, lo aprieta fuerte contra su pecho, lo lleva de lo mano, lo carga en su mochila, le pone su marca y lo hace distinguible donde quiera que esté. El juguete puede parecer gastado, puede verse estrujado, faltarle una pieza o tener marcas de los trastes y las aventuras, pero sigue allí, bien cerquita de su dueño, al alcance de su mano y su calor.
Recordé que tenemos un Dios fuerte y celoso, un Padre bueno que nos hace descansar aún en la noche más oscura y tormentosa. Que nos mantiene escondidos en el hueco de Su mano y bajo la sombra de Sus alas nos hace estar seguros.
Y al final recordé el pasaje de Isaías 43:1, y todas las veces en que al parecer me quedé al fondo de un baúl de trastes olvidados. Esa palabra poderosa que me da identidad y paz, confirmando que soy su especial tesoro, o algo así como Su juguete favorito.
No temas, porque yo te redimí; te puse nombre, mío eres tú.(Isaías 43:1)
1 comentarios
Excelente Reflexión. Un abrazote. Bendices mi vida con tus Reflexiones.
ResponderEliminar