¿Qué tan oscuro está, a dónde se fue el socorro en medio de la prueba, quién pondrá fin a la intensa noche?
¿Dónde está el pastor con sus vendas y algodones, el aceite y el perfume para limpiar las heridas?
¿Cuándo sonará el reloj anunciando que la hora de la angustia terminó?
Estas preguntas son propias de aquellos que atraviesan el valle de las sombras, ese valle tenebroso del cual sabemos el día y la hora en el que entramos, pero no el día y la hora en que saldremos. El escabroso lugar donde las provisiones se agotan, donde las fortalezas se vuelven vulnerables y la fuerza se va. Donde sabemos con certeza que la luz se ha ido, pero donde aguardamos con ansias verle brillar otra vez, trayendo su paz y su favor.
Aún allí, hay algo que nos conforta, que a pesar de los embates de la prueba nos infunde aliento. Como la vara que impulsa la oveja que se desvanece cansada, así mismo la Palabra del Señor nos impulsa a creer y a esperar. Aunque andemos en valle de sombra y de muerte, esa vara de poder nos infundirá aliento, y pondrá en nosotros la esperanza de un día nuevo, y el deseo de estar vivos para volver a los lugares de delicados pastos, y entonces poder descansar.
Cuando me encuentre angustiado,
tú me infundirás nueva vida;
Me defenderás de la ira de mis enemigos,
y con tu diestra me levantarás victorioso. Salmo 138:7
Querido tío Juan, para los que esperan en el Señor, salir del valle, sólo es cuestión de tiempo.
0 comentarios