Cuéntamelo otra vez , Destellos , Un poco de mi

La voz de la paz

jueves, diciembre 05, 2013

abrazo padre hijo
Ya era justo la hora de dormir, y entre juegos y piruetas se preparaban para ir a la cama. Al más pequeño le faltaba meter un brazo en el pijama cuando todo quedó en una densa oscuridad, una micra de segundo en silencio y luego ambos prorrumpieron en llanto. Desesperados como si estuvieran a kilómetros de los brazos de mamá, cuando realmente estaban a un paso de distancia. 

Lloraban desconsoladamente, la oscuridad cegaba sus ojos y les llenaba de angustia el corazón, la única cosa que podía calmarlos era escuchar la voz de la madre diciendo: Aquí estoy, todo está bien. Para ella era sólo una falla en la luz eléctrica, para ellos era un atentado a su paz. 

Cuánta angustia en corazones tan pequeños, cascadas de incertidumbre y desconsuelo corrían por sus mejillas, sollozos entrecortados, pidiéndole permiso al llanto para que les permitiera oír entre tinieblas la voz de mamá. Lo curioso es que no bastaba con cargarlos, los abracé incesantemente, pero fue sólo con el calor de mis palabras que los hice sentir seguros. Esa noche me enseñaron que los brazos de mamá no son suficientes si no puedo poner en sus corazones palabras que les infundan aliento. 

Así, me encuentro a veces, diciéndole al Señor: No te pido que me cargues en tus brazos, cual poema, te pido que no dejes de hablarme. Háblame en medio de la oscuridad para que mi corazón esté confiando, seguro de que aunque no te pueda ver, estás presente. Y aunque estando tan cerca mis manos no puedan tocarte, mis oídos se acostumbren a tu voz.  

“No tengas miedo, pues yo estoy contigo; no temas, pues yo soy tu Dios. Yo te doy fuerzas, yo te ayudo, yo te sostengo con mi mano victoriosa”. Isaías 41:10

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