Hace poco tiempo durante unos días de descanso, en casa hicimos un maratón de películas infantiles, volvimos a ver historias inolvidables como el Rey León I, II y III, La Dama y el Vagabundo, Dumbo, Mulan, entre otras. En una de ellas surgió una frase que nos hizo meditar una y otra vez en el sentido de la misma, más allá de las escenas y los colores ese mensaje se creció en nuestra mente y corazón.
Estrechado por una espada enemiga, el gran Emperador se ve obligado a reverenciar al enemigo de su tierra y sus costumbres, y allí ante todos, mientras el arma acariciaba su garganta el honorable Emperador dijo con determinación: Aunque el viento sople fuerte la montaña no lo reverencia.
Cuántas veces nos vemos forzados a ceder ante una situación de intimidación, presión o impotencia, afrentas que nos exponen ante todos para cuestionar nuestras convicciones. Escenarios donde quedamos a merced de nuestro enemigo quien solo desea que debilitados por su fuerza nos inclinemos a él. Hoy digo como el Emperador de la película: Aunque el viento sople fuerte la montaña no lo reverenciará.