La primera vez que escuché esta declaración fue en la Universidad. Alguien aseguraba que todo era relativo, que el término absoluto no era propio para asociarlo a la mayoría de las cosas que nos rodean, por los eventos o situaciones que podrían ser determinantes en el estado de algo o de alguien.

Partiendo de la definición de ambos términos, si  nos apegamos tácitamente a sus significados, entendemos que aquello que se conoce como Relativo es algo real pero cambiante, en algún momento, por una cosa u otra variará. Mientras que lo Absoluto, básicamente es aquello que se mantiene en el tiempo sin sombra de variación. 

A menudo nos enfrentamos con realidades que nos golpean de frente, dejándonos aturdidos por el efecto inminente que causan sobre nosotros. Noticias inesperadas, sorpresivos malos tratos, diagnósticos desfavorables, situaciones que nos despojan de toda seguridad y nos amenazan con un desenlace fatal.

Y por mas que intentamos despertarnos, abrigando la esperanza de que sólo sea un mal sueño, una pesadilla que en cualquier momento va a terminar, nos damos cuenta que es tan real como la vida misma, que no podemos escapar de eso. Y pareciera que por mas esfuerzo que ponemos por resistir o por lidiar con esa situación, finalmente nos convencemos de que terminaremos vencidos por aquello que está ocurriendo y que lamentablemente es verdad.

Ciertamente es verdad lo que estás viviendo, es real lo que estás experimentando, pero me gozo al decirte que esto también pasará. Que a pesar de ser verdad, es una verdad relativa a la que se sobrepone la verdad absoluta de la palabra del Señor en ti.

Te invito a que te levantes delante de eso que hoy te confronta y puedas decir: ésto es relativo, está ocurriendo pero no es definitivo. Hay una verdad absoluta para mi vida, una palabra que no cambia y que hará aquello para lo cual el Señor la estableció, para darme libertad, bendición y vida eterna.