– Es definitivo, no me arrepiento de esta decisión. Siempre he vivido esquivando los malos tratos y las locuras de Babilonia, tratando de respetar sus costumbres. Somos extranjeros en esta tierra hostil, pero aún aquí tu mano Señor nos ha abrazado. Hay leyes de ellos que no puedo compartir y esta última es insoportable. Padre, aún si no es tu voluntad salvarnos la vida esta vez, prefiero perderla a tener que entregar mi propósito por adorar esa horrible estatua de Nabucodonosor –piensa el joven Sadrac.
– Veo a mis amigos y siento que si me toca morir en este día, no podría ser mejor acompañado. Señor te doy gracias por estos incomparables compañeros de batallas que pusiste a mi lado. Estas infames cuerdas que fuertemente nos atan son el resumen de nuestra hermandad, siempre juntos, por una poderosa mano, la tuya Dios nuestro.
– Solo falta Daniel, pero estoy seguro que si estuviera en la provincia, fuéramos cuatro en lugar de tres los sentenciados –dijo con firmeza Sadrac a sus dos amigos Mesac y Abed-nego, quienes asintieron con la cabeza.
– Qué ironía, se han esforzado mucho para amarrarnos y por el fuego las cuerdas es lo primero que va a quemarse –dijo Mesac con tono de resignación, siempre fue el más jocoso de los cuatro –. El viaje imprevisto de Daniel le impidió ser parte de esta aventura, me imagino su cara cuando se entere.
– Es un honor seguir sirviendo junto a ustedes –exclama Abed-nego –. Gracias amigos por compartir conmigo tantos riesgos y episodios.
El tiempo ha terminado y la hora es, cuando los prisioneros avanzan hacia su castigo. Siete veces mas aumentó la ira y la impiedad tras la orden del rey, todos se alistan ante la calurosa escena, quizás verán siete veces más allá de lo que jamás han visto. Las frecuencias cardiacas van en aumento y la temperatura sube más cada vez.
El asunto es grave, no fue un malentendido con algún soldado de guardia, o con algunos integrantes del gabinete real, se trata de todo un conflicto de estado. Babilonia dictó una ley y estos no cumplieron. La ley de ellos tres no admite otro dios que no sea Jehová.
Los ojos de todos se clavan en esos corazones blindados por una fe invisible que aparentemente no alcanzará para librarlos del hirviente horno de fuego.
Y se abre aquella compuerta que arde al rojo vivo, las llamas consumen a los guardias que en un movimiento rápido no pudieron escapar de la gran llamarada que devoró sus vidas, calcinándolas en un segundo.
– Los tres están adentro, seguramente en pocos instantes ni sus cenizas quedaran. ¿Pero aún están de pie? dice Nabucodonosor esperando ver caer al primero.
La cámara de la muerte se ha convertido en un lugar de gloria reservado para los fieles y el Creador, hay un Rey mayor que el rey de Babilonia en el interior del horno y se pasea junto a Sadrac, Mesac y Abed-nego. El fuego reconoce su presencia y no se atreve a tocar a los que Dios vino a ver. El conflicto ha trascendido las alturas, alcanzando la justicia del cielo y trayendo su poder no solo a Palacio, sino al interior del horno que para matarles prepararon.
Era verdad, auque ninguno les creyera, el Señor de ellos intervendría no como Rey, sino como Dios. Habiendo guardado sus corazones en integridad, fueron librados de la llama de Nabucodonosor.
Una historia impresionante que no deja de cumplirse en nuestros días. Vivimos en tiempos de injusticia pero seguimos siendo ciudadanos de un reino de Justicia. Hay conflictos que nos conducen a tormentas y pruebas semejantes al horno de la antigua Babilonia. Hay designios que nos enfrentan poniendo a prueba nuestra confianza y las llamas amenazan nuestra identidad, pero no estamos solos.
Nuestros problemas son asuntos de estado y el mismo jefe de gobierno se hará presente. Su autoridad será evidente al responder el llamado y saldremos ilesos. Muchos se maravillaran al reconocer desde dónde llega realmente la magnitud de nuestro respaldo.
1 comentarios
Un tremendo mensaje que nos lleva a reflexionar acerca de las cosas que nos suceden, y como podemos superarlas con la ayuda de nuestro Dios
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