Era la mañana del día cuarenta. El firmamento esta radiantemente despejado y las aves pasan cantando inspiradas en el hermoso azul. Pero este día, al igual que los treinta y nueve anteriores, el dueño indiscutible de la bóveda celeste es el Sol que con sus rayos te hace sentir en calor y al mismo tiempo todo lo pone al descubierto.
La brisa en el valle reclama también su parte, acariciándote el rostro y provocando que la hierva baile a un ritmo suave, como dándote la bienvenida a un paisaje que, en otras circunstancias, sería una grave falta no disfrutar.
En un instante, todo cambia. Las toscas pisadas hacen temblar la tierra. La voz desagradable del gigante, nacido en Gat y filisteo hasta los huesos, destruyen la armonía del paraíso natural. Goliat se roba el protagonismo, exactamente igual a como lo hizo los días y las tardes anteriores.
Todo Israel sabe lo que grita el paladín y una vez más tendrán que escucharlo. En sus memorias están grabadas las palabras de insulto que vocifera el incircunciso, golpeando los oídos del ejército del Dios vivo. Nadie reacciona. Ningún soldado de Saúl responde al reto. Muchos hombres, numerosas espadas, abundantes flechas pero ningún movimiento. No es paz lo que inunda el campamento de los hijos de Jacob. Están aterrorizados con lo que ven y han creído todo lo que oyen. Dicen que Goliat mide más de 3 metros y su armamento pesa más de 60 Kg. El miedo no los deja avanzar.
De repente, justo cuando el super-filisteo se calla, sale al encuentro un israelita. Al fin un valiente que le haga frente al grandulón. Pero…, es un muchacho, apenas un niño, quien fue el irresponsable que lo dejo seguir caminando hacia su muerte. Pareciera muy seguro, se agacha a recoger unas piedritas. Que alguien le diga al joven que esto es una guerra de verdad con armas que lastiman y causan dolor, con hombres que pelean… bueno… son 40 días sin ninguna actividad pero realmente estamos en guerra.
David, así es como se llama el atrevido muchacho, avanza hacia su oponente con unas piedras y una honda. Goliat lo espera desde lejos lleno de hierros. Goliat no ha dejado de gritarle desde que lo vio, David no habla mucho. Goliat le enseña sus armas, David señala hacia el cielo. Goliat junto a su escudero corrió a enfrentar al joven, David solitario también atacó. Hábilmente el chico, en plena carrera, lanza una de las piedras que terminan en la frente del gigante y esté cae al suelo herido y medio muerto. Ocurrió muy rápido, no hubo preámbulo y es que el Señor cuando aparece no anda con rodeos. David sigue avanzando, no ha terminado el encuentro. Nadie habla, todos miran. El muchacho saca la espada del caído filisteo y lo decapita, ahora sin dudas está muerto.
Después de 40 días la primera espada que se usó fue la de Goliat, contra él mismo. Se acaba el silencio, terminó la inactividad, el miedo se mudó de campamento. Los israelitas avanzan al encuentro de sus enemigos. Los filisteos huyen de sus adversarios. David regresa caminando al encuentro del Rey.
Esta historia tiene muchos matices, pero hoy quiero resaltar uno en específico: Avanzar. Bastaron 30 minutos de acción en Dios para romper con 39 días de estancamiento y frustración.
David caminó hacia delante, no tenía municiones pero sabía que en la marcha las iba a encontrar. Se enfrentó con lo que tenia a la mano, no esperaba la victoria en la primera piedra, por eso agarró cinco, pero conocía que las batallas no se ganan estando parado. David hizo lo que le tocaba: avanzar dejándole a Dios la pelea. Dios siempre hace su parte y fue el que dirigió la roca. David no se detuvo al ver caer a Goliat, siguió avanzando y terminó el trabajo que el Señor conquistó. David era conforme al corazón de Dios, Dios es experto en gigantes.
3 comentarios
David y Goliat, la historia favorita de mi hija.
ResponderEliminarBuena manera de pintar la escena Maikel, te felicito!
Doy gracias a Dios, porque cada vez que hemos visto al gigante, de frente retandonos la vida entera, el mismo que estuvo con David en el valle de Ela, ha estado con nosotros incrustando nuestras piedras y dandonos el valor, para luego alzar la cabeza del enemigo en nuestra mano.
Sigamos escribiendo, el Santo Espiritu de Dios hará el resto!!
Siempre que oímos esta hermosa historia lo primero que viene a nuestra mente es el valor de aquel pequeño pastor de ovejas. Pero en pocas ocaciones pensamos pensamos en el tremendo temor que infundio en el gigante Goliat el accionar de David. Satanás al enfrentarnos siente muchísimo temor al desconocer con cual de las cinco piedrecitas que llevamos en nuestro surron sera eliminado. Todas para el son mortales. Fe, Oración, Paz, Esperanza, y la mas destructiva de todas el Amor. BENDICIONES y adelante Pluma encendida.
ResponderEliminarArrancas alegorías hermosas Pluma encendida. Gracias a Dios porque para el Señor todos somos más que vencedores.
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