Sólo tenía pocas horas de nacido, y tanto su papá como yo no habíamos logrado tener contacto con él desde que nació. Después de recibir el parte medico y envueltos en ropa estéril, nos dejaron entrar hasta donde él estaba. Una cunita calientita, con la cabeza dentro de una cámara cefálica para darle el oxigeno que necesitaba en esas primeras horas de vida. Ya se podía ver el rastro de las agujas que pasaron por sus bracitos antes de que nosotros pudiéramos tocarlo.
Susurramos bendiciones acercándonos lo mas posible a la cunita, después que pude meter mi mano me atreví a tocar sus deditos, a lo que naturalmente respondió con ese reflejo innato atrapando con determinación mi dedo índice, lo apretó fuerte como aprovechando el momento para contarnos todo por lo que había pasado desde que la pinza apretó su cordón y quedó fuera de la panza de mamá.