La historia sigue hablando , Un poco de El

Viernes, lo vi tendido... ha muerto.

viernes, abril 14, 2017

Viernes gris, de frío, de luto, el sol salió pero no se dejó ver... Las mujeres lloran, los amigos guardan silencio. Las fiestas se postergan aunque el tiempo promete no detenerse jamas.

No me refiero al 28 de febrero de 1983, conocido como el Viernes Negro en Venezuela, cuando el bolívar sufrió una abrupta devaluación frente al dólar estadounidense. Tampoco me refiero al 22 de noviembre de 1963, cuando en Dallas Texas cayó desplomado el Presidente John F. Kennedy.

Tal vez podría pensar en el viernes 13 de enero de este año, cuando se fue mi papá... las horas velozmente interminables, los últimos abrazos, las últimas palabras, mi último beso en su frente. Las indicaciones finales, la despedida amorosa, la fe erguida (la que no muere). Horas que me tomarían una vida entera para escribirlas y otra vida para leerlas... Inolvidables. Sin duda, un día muy especial para partir. Pero tampoco me refiero a ese incomparable viernes.

Me refiero al viernes en la cruz, al viernes de la vergüenza pública, de la maldición reconocida, el viernes del intercambio. Ese viernes murió mi Señor, su cuerpo colgado cargaba mis deudas, mis culpas, en sus llagas todas mis enfermedades, en sus manos destilantes goteaban mis iniquidades y todos mis pecados. De mi mente se incrustaron en la suya, de modo que yo no pudiera olvidarlos pero que ya no tuviera que cargarlos en mi pensamiento nunca mas.

Lo que veo en el madero no es al Rey de los Judíos, eso hace la escena tan distante, tan lejana. Veo mi angustia colgada como quien se quita el abrigo después de llegar a casa. Veo la enfermedad, veo el pecado. Allí se quedan mis tinieblas mientras yo me visto de Luz y de Paz, una paz que sobrepasa todo entendimiento, una paz aplastante. Es el retrato que cambia el escenario, es la oferta de Aquel que me cambió la maldición por bendición, porque desde entonces ya me amaba. Deuteronomio 23.5

¡Vengan a ver!, ven que te llevo de la mano hasta al madero. Mírate, allí estás en sus pupilas, te encontró con Su mirada. Pon atención le está hablando a tu corazón, ¿le oyes? Si oyes su voz no lo ignores, no endurezcas el corazón, no aparentes que no lo percibes. Él sabe que puedes oírle, que estás escuchando su taquicardia, no es porque está muriendo es por la emoción.

Estas delante de Él, como yo y como el resto del mundo, mirando al que siendo bendición se hizo maldición para que tu y yo saliéramos a libertad.

Los cielos se cierran, la tierra se abre, es un estruendo en el silencio.... Ya sucedió, sólo una vez y para siempre.

En unos minutos van a descolgar el cuerpo, lo veo tendido e inerte, la maldición sigue sobre Él, ya no estará jamas sobre mí.

Todo el mundo volverá a su lugar, menos yo, porque Él tomó el mío.
El día terminó, pero la historia continuará.

Hasta el domingo familia.

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