Una vez mi abuelita me invito a sembrar unos tomates, ella
compró las semillas, preparó la tierra de ambas y juntas procedimos a sembrar.
Pasaron algunas horas y todo parecía demasiado igual que al
principio, ninguna hierbita diminuta que diera esperanza de algo. Finalmente,
unos días más tarde ya había un tallito. Mi abuela me mandó a llamar para que
viniera a ver las macetas, era tanta mi emoción, que mientras corría ya me
imaginaba mordiendo mis jugosos tomates.
Llegué al lugar en cuestión y cuando vi las macetas no pude
ocultarle a mi abuela tan grande decepción.
– Allí están, aunque todavía no puedas verlos.
Otras veces en la
vida me he encontrado como aquella tarde frente al tallito que prometía ser una
mata de tomates, pero he entendido que no siempre los resultados de nuestra
visión o de nuestro trabajo se verán en el tiempo que hemos previsto. Toda siembra que hacemos un día tendrá su cosecha, quizás
haya que esperar mucho más, o quizás no, tal vez falte muy poco para dar el
primer mordisco.
2 comentarios
COMO ANILLO AL DEDO! QUE DIFICIL ES ESPERAR!
ResponderEliminarLa Palabra de Dios no miento TODO TIENE SU TIEMPO
ResponderEliminarMe pareció Super.