Mientras el mundo despliega su discurso proponiendo en sus declaraciones, a veces más muerte que vida, yo me he quedado escuchando tu voz en el silencio. Como el faro en alta mar que en su giro atraviesa la densa tiniebla, así me traviesan tus palabras, alumbrándome la vida cada que vez que pasa frente a mí.
Me atraviesan tus palabras, como tierno puñal afilado que en vez de matar vivifica.
Me atraviesan tus palabras, haciéndome cambiar de parecer, haciéndome esperar por más cuando el resto ya se ha dado por vencido.
Me atraviesan tus palabras para convencerme de que tienes planes.
Me atraviesan tus palabras para darme vida, para sanar mis heridas y hacerme beber de tu amor.
Me atraviesan tus palabras como antes, como siempre, desgajando mis pensamientos y las intensiones de mi corazón.
Hay heridas de muerte, más con tu voz, has herido mi corazón para vida. Y la sangre que corre no es la mía, no sale de mí, sino que de continuo entra a mi vida recorriendome por completo.
Atravesada estoy por tus palabras, me has atravesado el corazón.
Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón. Hebreos 4:12
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