Destellos

Sólo para matrimonios

sábado, mayo 21, 2016

¿Serias capaz de bailar hasta que todo termine? Fue una pregunta que le hice a una mujer hace poco...  

Te dibujaré la escena.
Están en la pista de baile, tu mano sujeta la mano del compañero. El salón es grande y hay muchas otras parejas intentando permanecer en la pista. Pero privan dos condiciones, no se pueden soltar y no se pueden detener.

Quizás cada una de las partes considera que no tiene al mejor compañero, pies torpes, oídos sordos, demasiada rigidez, o flexibilidad desordenada. Bailar con una cabilla debe ser tan terrible como hacerlo con una gelatina. 

Todos en posición, cada uno en su lugar, se miran reconociendo que se necesitan el uno al otro para no quedar fuera. Asumen el reto de la aventura, lo que puede convertirse en algo totalmente vergonzoso o en una gran hazaña. Algo digno de admirar o la página mas negra de toda tu historia.

La música comienza a sonar y las miradas se comparten como recordándose "no me sueltes y no te detengas". Allí te acuerdas que tienes unos cuantos callos que seguramente tu compañero sentenciará con pisotones, y que en la tarea de mantenerse en el baile y sin querer, podrías lastimar sus uñas encarnadas. 

Miras el piso de reojo y lo encuentras incomodo, a veces inestable, unos cuantos estorbos y desniveles son una gran amenaza. 

Apenas te das cuenta y ya están en movimiento, de un lado a otro, bailando inicialmente un suave vals que los lleva y los trae en un compás apacible, invitándoles a disfrutar el momento. Hay un corte repentino, el ritmo se agita obligandolos a continuar pero con mas fuerza. Los giros son violentos los brazos se estiran, pero se aprietan las manos para no romper la regla. Algunas parejas no soportaron el cambio e irremediablemente salen de la pista.

Ustedes siguen allí, los corazones se agitan mientras se permiten ver alrededor tantas miradas escaneando sus movimientos, mirando fijamente, algunos aúpan otros apuestan porque se detengan, un traspié a esta hora sería fatal. Vuelve a cambiar el ritmo, esta vez es un estribillo bien marcado que los forza a pisar firme, a taconear con fuerza, quizás en el mismo sitio pero sin dejar de moverse. Se alejan un tanto pero no se separan, las manos siguen sujetas a la norma. El cansancio crece y descubres que en algún compás te dejas llevar porque tus fuerzas faltan, haciendo lo mínimo por mantenerte en el salón.  En otro instante eres tu quien asume la batuta y te esfuerzas porque puedan, entre tanto, disfrutar el momento. 

La cabeza de ella reposa en el pecho de él, los brazos de ella circundan el dorso varonil. La sala se va quedando vacía, hay menos competidores pero aumentan las miradas y los jueces, mientras tanto ustedes siguen allí, sostenidos y bailando.

Esposos, amantes, amigos, compañeros de pista, a pesar de los cambios, de las circunstancias desfavorables, de las situaciones difíciles y de los muchos contratiempos, no se suelten ni se detengan. No dejen de bailar hasta que se acabe la música, las luces se apaguen y todo termine.
¡No se suelten ni se detengan!







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