Recibí la invitación se trataba de una reunión familiar. Buena comida, excelente compañía, postre, café, vino... todo rico, cuidadosamente preparado con la intención de agradarnos. Pero lo que mas me llamó la atención, es que siendo una reunión tan privada tan familiar, separaron los puestos. Reservaron los lugares con nuestros nombres, ubicados de manera estratégica, padres con hijos (de modo que pudieran evitarse ciertos derramamientos). Entre tanto, conseguí mi nombre, en tinta roja sobre un papelito blanco "Angélica". Lógicamente allí iba yo, ese era mi lugar.
Amé cada detalle de la cena, pero amé mas esta imagen... por lo que me recordó, que mas allá de las nubes y el sol hay una gran mesa con un lugar reservado para mi, me gusta visualizarlo de este modo, mi nombre en un papelito blanco en tinta roja. Y un Excelentísimo Anfitrión que prepara banquetes delante de mi, en presencia de mis angustiadores.
Pero también recordé que Aquél que siendo Anfitrión espera como Invitado, y toca la puerta y llama y si alguno oye, entonces Él entra y se queda en la intimidad de la cena. (Apocalipsis 3:20 )
Señor, yo quiero cenar contigo, sé que tienes un lugar en tu mesa para mi. Pero mientras llegamos a esa hora de mi historia, ven a cenar en mi vida, en la mesa de mi corazón. Aquí tienes un lugar con tu Nombre, sabes que estoy cuidado los detalles solo con la intensión de agradarte.
Ven y quédate Señor hasta que la velada termine, hasta que vayamos a casa.
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