Veo la muerte esparcida en un valle, los
huesos amontonados se hacen polvo moliéndose entre sí.Pero en un instante,
responden vívidamente a las palabras que Dios infunde sobre Ezequiel.. El cuerpo
inerte de la hija de Jairo, después de fenecer se estremece ante las palabras
de Jesús. Las vendas y el sudario de Lázaro se quedan vacíos después que el
Maestro pronuncia: Lázaro, ¡Ven fuera!
Encuentro que en cada escenario de muerte,
en cada cuadro sin vida, fueron las palabras del Señor lo que trajo de vuelta
el espíritu que no estaba y la vida que se fue. Ciertamente tengo que decir,
¿dónde está, Oh muerte tu victoria?
Cuando fuimos sentenciados las palabras
del Señor fueron espíritu y vida. Fuimos confortados, cada palabra se hizo
evidente cambiando los diagnósticos, abriendo puertas donde todo estaba
cerrado, haciendo delante de todos lo que sólo Él podía. Cada día de mi vida
amanezco a la espera de una palabra del Señor, algo que el Buen Pastor diga
sobre mí. Y sé entonces que seré resucitada como Lázaro, volverán a la vida mis
sueños como los de la hija de Jairo, y los intentos fallidos se juntaran a mi
favor, como los huesos en el valle, y serán como ejercito detrás de mí.
Las palabras del Señor me guían y me
fortalecen. Aún en el valle de las sombras, me guían en la oscuridad. Sé que
cuando llegue la hora de volver a casa, la palabra del Señor será otra vez
sobre nosotros y nos confortará y cruzaremos el gran río, y veremos Su
gloria.
Señor, háblale a mi
corazón, tus palabras son espíritu y son vida.
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