Tengo que contarles una experiencia, que merece un poco mas de lo que acostumbro a contar por #ChachiYsusCosas. Ya se imaginaran el personaje principal de mi relato.
Estábamos en un lugar donde hay una plataforma de dos metros y medio de altura aproximadamente. En lo personal, le tengo respeto a esa tarima porque sé que para cualquiera una caída en falso desde esa altura podría ser dolorosamente inolvidable.
Pues allí estaban los dos. El padre lo acomodó al borde, sabiendo que era peligroso pero confiaba en que mantendría la situación bajo control. Sabiendo también que en mi presencia jamás habrían logrado posicionarse en semejante nivel de riesgo. Y que de no haber pasado lo sucedido se habrían guardado este secreto cual camaradas, entre ambos caballeros compañeros de peligros.
Pero inesperadamente sucedió... unas niñas contemporáneas también subieron a la plataforma, y al instante subió con ellas el ego natural de un niño de cinco años que hasta hace segundos había prometido no alejarse, ni siquiera moverse, con tal de permanecer un ratito mas allí. Pues se levantó con cautela, y comenzó a socializar con las niñas que miraban desde las alturas todo lo que en su pequeño mundo estaba por debajo de esa inmensa plataforma.
Y según las confesiones del implicado, de repente sintió como ganas de volar por lo que consideró la oportunidad (por estar tan alto y sin mamá). Así que se fue al extremo de la plataforma y mirando a su alrededor, percatándose de que tenía con él la mirada de todas las espectadoras, decidió recorrer cual flecha veloz toda la plataforma de un extremo a otro y justo al llegar al final del recorrido, abrir los brazos, inclinarse hacia adelante y seguir avanzando en el aire como corredor en la carrera.
¡Allá Voooooy! Se escuchó mientras se despegaba "la puntita" de su zapato del fino borde de la plataforma. Papá oye el grito y supo lo que pasaba sin que el tiempo le alcanzara para voltear y mirar... el asombro se salía por los ojos de las niñas, y un silencio absoluto ensordeció al padre. Por supuesto, él fue el siguiente "volador" en la escena, me imagino que el corazón le cayó primero que sus pies en el rustico pavimento.
Por la misericordia del Señor ambos salieron ilesos del incidente... No hubo regaños ni castigos para ninguno de los dos. El mas grande aprendió que el pequeño tiene más ilusión que conciencia, más simpatía por las niñas que temor a las alturas y que por algo mamá siempre dijo: no me parece que sea un buen lugar para sentarse.
Cuando llegó la hora de la verdad, sentados todos en la mesa como en una cena cualquiera, ambos tenían cara de culpa y con las miradas decidían quién debía comenzar a hablar primero. -Tenemos algo que contarte mamá, dijeron casi al unísono... tal era la expresión de ellos que me invadió un "friito" repentino mientras tartamudeaban y se excusaban el uno con el otro.
Finalmente, me contaron la experiencia, asumiendo cada uno responsablemente sus cargos en lo sucedido.
Pero los he traído hasta aquí, porque ademas del susto nos quedó algo muy valioso.
Hubo una escena parecida en algún lugar, alguna vez. El Hijo está al borde y se oye la voz en la cima: -Si en verdad eres, entonces ¡lánzate!. Seguramente a sus ángeles enviará para que te guarden.
Cuando estemos en el punto alto, en ese lugar de peligro donde se prueba quien eres realmente, justo allí se oirá esa voz, otra vez. Con tono de ego quizás, de orgullo tal vez. Maquillada con matices de independencia y madurez. Con toques de desarrollo personal o carácter de falso emprendimiento y entonces te dirá: -Salta! Si en verdad eres, por qué te demoras? Atrévete a saltar! No te imaginas lo que te espera. El susto solo durará un ratico. Ademas, si en verdad eres quien dices ser, sabes entonces que Él te asistirá.
Pasa que Dios si asiste a los corazones arriesgados, pero no a los corazones desobedientes. Cuidado con oír la voz que te invita a saltar a la desobediencia. Al principio será muy emocionante pero a medida que vayas cayendo sentirás que todo terminó.
Después del susto, doy gracias al Señor porque a Sus ángeles envió cerca de esa plataforma, para atajar a Misael y amortiguar el corazón de Maikel.
A unos cuantos pequeñitos debo decirles:
La mano que nos asiste arriba, no estará con nosotros cuando en nuestra propia prudencia decidamos descender.