Entre tantas historias que cada uno podría contar, eventos donde fuimos los primeros actores, situaciones de la vida que pasaron dejándonos recuerdos de lo vivido, sin duda cada uno tendría como para escribir un gran libro. 

En las últimos días, hemos dedicado gran parte de nuestro tiempo recibiendo los testimonios para www.salvados.net, y cada persona refiere tantas historias, todas dignas de publicarse. Pero en cada nuevo contacto me surge una  única pregunta. ¿Cuál fue su punto cero? Me causa una santa curiosidad conocer a  partir de qué momento todo cambió. 

Creo que es algo que tenemos en común todos los cristianos, tanto los que han estado en los caminos del Señor la vida entera, como los que recién llegan.  Para todos hubo un día en el que todo comenzó.

A menudo la rutina diaria, las múltiples luchas, los compromisos y las obligaciones, aún ministeriales, nos hacen olvidar nuestro precioso y particular punto cero, ese momento en que nos entregamos por completo en las manos del Maestro, y lo hicimos el dueño de nuestra vida. Vale la pena tomar el tren, es renovador hacer el viaje al recuerdo de ese primer encuentro, y volver a sentir la salvación y la redención que nos abrazó en aquel momento, y volver a amar a nuestro Señor como entonces.

Cuando las rencillas superan los niveles de la tolerancia y el acuerdo, cuando se extingue la comunión y la convivencia, el mundo se nos hace chiquitico, porque no hay suficiente espacio donde podamos dirigir la mirada sin conseguirnos en el horizonte el rastro del contrincante.

¿Por culpa de quién?, preguntan los niños que miran.

¿Quién comenzó?, preguntan los que estrenan sus conciencias.

¿Quién acabará con esto?, preguntan los curtidos en el ejercicio.

Hace unos años, no muchos, cuando todavía era una niña, en televisión nacional colocaron un programa en horario estelar que se llamó ¿Le temes a la oscuridad?.

Por supuesto el corte del programa era de terror, en escenarios oscuros y de suspenso, con lo que lograron capturar gran audiencia. Siendo dirigido a todo publico lo podían ver tanto grandes y pequeños. A pesar de la gran campaña publicitaria que le inyectaron al programa, jamás me senté a verlo, quizás porque no me gusta la oscuridad, quizás porque habiendo vivido en luz me incomoda estar a oscuras.

Pero  observo con curiosidad que en nuestra vida real, la película que rodamos a diario, no podemos evitar tener que vivir escenas oscuras. Inevitablemente en algún momento llegará la noche en nuestras vidas, trayendo con ella no solo suspenso sino también terror, haciéndonos presa del miedo y de la desesperanza. Tal vez la oscuridad en tu vida sea propiciada por una enfermedad, o por un conflicto relacional, por una meta no alcanzada, por alguien que no llega o por alguien que se fue.

Las palabras de Pablo para el soldado que vigilaba sus grillos, rápidamente se cumplieron en toda la familia del afortunado guardia. 

"Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo, tú y tu casa" (Hechos 16:31). Muchos nos aferramos a esta promesa esperando ocurra con nosotros lo mismo que ocurrió con aquel soldado. Pero comenzamos a ver cómo el tiempo transcurre y pareciera que no alcanzaremos el cumplimiento de esa palabra en nuestras vidas, y en ocasiones vemos a nuestros seres queridos más lejos que cerca, de aquello que desde hace tanto esperamos con todo el corazón.

Un día me dijeron que en la vida todo cambia, porque la vida misma tiende a cambiar mientras transcurre. Un día quise con todas mis fuerzas llegar a un lugar, y después de mucho esfuerzo finalmente llegué. Un día quise adquirir algo importante y al cabo del tiempo logré obtenerlo. Otro día me propuse convertirme en esposa, pero luego de eso entonces quise ser madre.

Un día necesité estar en paz y al otro día necesité el bullicio, parece que así como la vida misma, las necesidades también cambian. Entre las páginas del libro de Éxodo puedo ver a un Israel muy parecido a mí. Un día quería salir, anhelando por años el desierto fuera de Egipto, una vez allí entonces necesitaba dirección, una nube de día y una columna de fuego en la noche, pero al rato su mas grande necesidad era el alimento, el maná llegó y al poco tiempo se preguntaba dónde están las perdices.

Podría ser considerada una pregunta subjetiva, sin embargo, es mas objetiva de lo que muchos piensan. Todo lo que percibes a través de los ojos, puedes captarlo por la maravilla de la intervención de la luz, solo después de esto surgen los colores, y es entonces cuando comienzas a divisar lo que tienes enfrente, desde el punto mas cercano hasta aquel que se aleja en el horizonte. 

Pero de qué color la vez tú, es una pregunta que podría desencadenar muchas respuestas. El otro día estuve observando a la gente, no a muchas personas, solo unas cuantas fueron suficientes para darme cuenta que cada uno ve la vida a su manera. Con las mismas ganas de vivirla, de aprovecharla y de bien invertirla pero como la canción, a “su” manera. 

Esa es una pregunta constante que hace mi hija cada mañana antes de salir al colegio. Pareciera como si necesitara asegurarse de que a mamá no se le olvidó poner su merienda en el bolsito. 

Basta con decirle que está allí para ver cómo cambia de inmediato la expresión, por un gesto de alivio y seguridad. 

Y estuve pensando, nosotros también preguntamos a diario dónde está nuestra provisión, a veces con tanta insistencia como si a Dios se le hubiera olvidado cumplir sus promesas, como si por la rutina de atender a un mundo en crisis hubiera olvidado atenderme a mí. 

Hoy confieso que todo está en orden Señor, que mi meriendita está segura, creo tu palabra y confío en tus promesas, yo sé que no te olvidarás de lo que has prometido. 

He aquí, yo estoy contigo, y te guardaré por dondequiera que vayas…; porque no te dejaré hasta que haya hecho lo que te he prometido. Génesis 28:15

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