El odio sigue custodiando las calles de Venezuela, gritando más fuerte cada vez. Los hermanos hoy se apuntan, las parejas se vuelven cada uno a su lugar, y cabe la pregunta, no es tan tarde todavía: ¿por culpa de quien es todo esto?

 

La culpa es mía, la culpa es tuya, por permitirnos odiarnos cuando tenemos que meter la mano en el mismo plato, beber del mismo vaso y vivir en el mismo país. Después de este domingo, cuando por poco o por mucho sólo uno pueda portar la banda presidencial en Venezuela, ¿vamos a seguir cumpliendo la misma cadena perpetua?

 

Venezolanos y Venezolanas, el odio despierta rencillas; ya lo vivimos, lo certificamos. Dice la palabra del Señor que el amor cubrirá todas las faltas. (Proverbios 10:12)

 

Bajémosle el volumen al orgullo y al hastío, practiquemos la tolerancia y el respeto. Lo digo por aquellos que mirando a los adultos esperan aprender de los más grandes.

 

Después del domingo nos resta seguir viviendo, de un lado o de otro, pero en el mismo país, ...un sólo pueblo.