
Pero “La excelencia de la ley de Dios”, el capítulo más largo de la inspiración divina, prometía dejarme más de lo que me esperaba, cosas grandes y maravillosas que jamás conocí.
Después que el silbato sonó agudamente y me empujó a ir un verso a la vez, me encontré a solas con el corazón de Dios. Como quien se para frente a un inmenso mar, y tanta majestad le hace temblar mientras contempla. Mi corazón se estremeció al ver los planes que Dios ha guardado para nosotros, la logística divina que desde siempre preparó para que probáramos las mieles de su ley y gozáramos al máximo de ella.