Se aseguró de tener todos los ingredientes, tomó la pieza de carne la puso en remojo con un poco de sal y después de un tiempo, comenzó el proceso que es en sí, el gran secreto. Armándose con un cuchillo afilado comenzó a penetrar la carne, donde penetraba ponía una porción de aderezo preparado para darle sabor y jugosidad. Apretaba la pieza y la acariciaba al mismo tiempo, como para que quedara bien sazonada. Allí estuvo delante de ella por un buen rato, luego la puso en el horno, graduó la temperatura y finalmente dijo: -Bueno, sólo es cuestión de tiempo. Ya todo está listo.
Mientras le miraba trabajar recordé al Gran Cocinero, a ese que en las noches buenas, nos prepara banquetes delante de nuestros enemigos, en presencia de nuestros angustiadores. A ese que es capaz de hacer de un simple e insípido trozo de carne, una jugosa y bien cocida pieza, de la cual todos quieran comer.
Me veo a mi misma y recuerdo los días en que me sentí como remojada en sal, sumergida en Su presencia y absorbiendo de Él, lo más que se pudiera, toda Su esencia. Luego de eso, en alguna oportunidad estuve en Su mesa de amasar, sintiendo como me penetraba con el puñal de Su palabra, cual espada de doble filo alcanzó a penetrar mis pensamientos y las intensiones de mi corazón. Y dejó colar Su espíritu dentro de mí, cada vez que me atravesó con esa daga, que en vez de matar sólo me dio más vida cada vez.
Después de eso, han venido las temporadas de fuego. Donde el horno pareciera ser cuidadosamente graduado para mi cocción. ¿Cuánto tiempo he estado allí?, no lo sé. ¿Cuántas veces?, creo que perdí la cuenta; sólo sé que cada vez que Dios comienza en mi vida uno de Sus "procesos de preparación" luego me sirve delante de todos dejando a la vista los resultados de Su trabajo conmigo.
Todos queremos ser preparados por Dios, procesados en Su presencia al punto de poder darle de comer a todo el que esté cerca. Pero con frecuencia nos vemos reducidos, quejándonos de las pruebas y las luchas, sintiéndonos olvidados en el horno de la vida. Preguntándonos cómo es que Dios permite ciertas cosas después de habernos dado de Su Espíritu Santo, después de prometer, y entre tanto, pareciera tardarse para cumplir lo que ha dicho. Cuando te encuentres así no te desesperes, recuerda que falta poco para que salgas de eso, falta muy poco para que seas servido en la gran mesa.
¡Sean todos Bendecidos: Feliz Navidad!
Estando convencido precisamente de esto: que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo.