Hay algo en la mirilla, la paz está justo en el blanco, apuntada por todo aquello que sin duda procura derribarla.  El presupuesto familiar, los planes en navidad, el trámite que no se logró este año pero que tiene la etiqueta de pendiente para el próximo. La llamada que no quiero recibir, el contacto que me urge hacer, la compra obligada, el compromiso impostergable, la impaciencia que genera la cuenta por cobrar, la ansiedad que genera la cuenta que espera por ser cancelada. Cuentas, fechas, citas, en fin. Todo para un solo mes, demasiado para comenzar un año sin dar por terminado el anterior. 

Todos a mi alrededor tienen al menos una de estas bambalinas colgando de su pensamiento en esta navidad. Es natural, pende de un hilo, escasea, se debilita, se vuelve difusa, inestable, es el deseo de todos, el regalo que todos quieren aunque no todos sean capaces de pedir o de buscar. ¡Paz!, mas costosa que las perlas preciosas, tan accesible como el aire al respirar. 

La paz que se escurre tras una mala noticia, que tambalea mientras espera el veredicto final. La paz que sale huyendo ante el peligro, esa que palidece si no hay garantía de seguridad.

Así dijo el Señor: 

Les dejo un regalo, paz en la mente y en el corazón. 

Y la paz que yo doy es un regalo que el mundo no puede dar. 

Así que no se angustien ni tengan miedo. Juan 14:27

En esta época donde la palabra regalo genera tanta expectativa y tanto estrés, recibamos el regalo que nos dejo el Autor de la verdadera navidad, ese que es también el Autor de la fe y de la paz. Un regalo que es el antídoto a la angustia y al temor, un regalo que no tendrá lugar en el pie del árbol, sino en tu mente y corazón.

Que sean llenos de paz en esta navidad, que la paz de Dios sea con ustedes. 

En el Nombre de Jesús, Amén!