En honor a los amigos , Un poco de mi

Capilla Celeste

lunes, marzo 03, 2014

Un cartel verde cuelga sobre el portal, pasa casi desapercibido. Capilla Celeste, así se llama el salón. 

El lugar está lleno de gente, la palabra permiso me abre paso entre la multitud. Es como si todos agolpados en la puerta quisieran, con su sola presencia, asistir a los que se quedan. Compartiendo la oscura noche, esa noche tan larga que se hace corta para contar la vida del que se fue.
Los rostros inflamados y enrojecidos son el reflejo de la palidez que nos deja en el alma saber que un ser querido se ha ido.  Las palabras sobran y faltan al mismo tiempo, los abrazos y lamentos no caben en ninguna parte. ¿A dónde se ha ido? se preguntan todos. ¿A dónde se fue su mirada mientras sus ojos cerrados se quedaron aquí?

Si pudiéramos los padres cerrar las puertas de la muerte para nuestros hijos. Si pudiéramos obligarlos a quedarse en casa la noche en que expide su vida. 

Esta madrugada las campanas suenan tristes, ayer sonaron primero que el despertador.

Alguien hoy me preguntó qué decir delante de un ataúd, ante los ojos que no paran de llorar aunque esten secos. Esquivé la pregunta, pero finalmente tuve que darle respuesta.

Tal parece que así como nos reunimos en los nacimientos y nos gozamos por recibir al que llegó, en el momento de la despida debemos abrazarnos fuerte, para soportar el ventarrón que nos sacude al despedir al que se ha ido. Advertidos de que vivimos en un compás que puede acabar en cualquier momento, saber que la vida que tenemos no es nuestra, sino que todo es un préstamo.  

Gracias Señor por el tiempo, por los años que vivimos, por los abrazos que nos dimos. Gracias porque en la hora de la muerte, aquello que nos da la vida vuelve a ti. En Tus manos está la vida de todo ser vivo y el hálito que anima a todo ser humano. Job 12:10

Pensar en él nos llena de nostalgia, pero pensar en los que se quedaron sin él nos llena de dolor. Hoy elevamos una oración por la Familia Ríos Ojeda, por mis tíos y primos para que sean asistidos por el Consolador.

Que se oiga la canción de los que cantan, que se oiga la oración del orador. Consuela a mi familia, consuélanos Señor.

¡Hasta siempre Cara de Galleta!

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